sábado, 4 de octubre de 2014

Carlos VI (y señora). Un caso de mala suerte.

Carlos Luis María, Carlos VI, de Borbón y Braganza (1818-1861). Conde de Montemolín.

Nació en el Palacio Real de Madrid y, evidentemente, acompañó a si padre al exilio y al frente de guerra. En 1845 fue proclamado rey, por abdicación de Carlos V, adoptando entonces el título, nunca reconocido, de Conde de Montemolín. Este acto formaría parte de un "sofisticado" plan para favorecer un enlace entre este Carlos VI y su prima Isabel II.

Carlos VI

Parte de esta operación fue el manifiesto de Bourges, una carta conciliadora, con el programa mínimo del carlismo:

"Españoles: La nueva situación en que me coloca la renuncia de los derechos a la Corona de España, que en mi favor se ha dignado hacer mi augusto padre, me impone el deber de dirigiros la palabra; mas no creáis, españoles, que me propongo arrojar entre vosotros una tea de discordia. Basta de sangre y de lágrimas. Mi corazón se oprime al solo recuerdo de las pasadas catástrofes, y se estremece con la idea de que se pudieran reproducir. Los sucesos de los años anteriores habrán dejado quizá en el ánimo de algunos prevenciones contra mí, creyéndome deseoso de vengar agravios. En mi pecho no caben tales sentimientos. Si algún día la Divina Providencia me abre de nuevo las puertas de mi patria, para mí no habrá partidos; no habrá más que españoles.

Durante los vaivenes de la revolución se han realizado mudanzas trascendentales en la organización social y política de España; algunas de ellas las he deplorado ciertamente, como cumple a un príncipe religioso y español; pero se engañan los que me consideran ignorante de la verdadera situación de las cosas y con designios de intentar lo imposible. Sé muy bien que el mejor medio de evitar la repetición de las revoluciones no es empeñarse en destruir cuanto ellas han levantado, ni en levantar todo lo que ellas han destruido. Justicia sin violencias, reparación sin reacciones, prudente y equitativa transacción entre todos los intereses, aprovechar lo mucho bueno que nos legaron nuestros mayores sin contrarrestar el espíritu de la época en lo que encierre de saludable. He aquí mi política.

Hay en la familia real una cuestión que, nacida a fines del reinado de mi augusto tío el señor Don Fernando VII (que santa gloria goza), provocó la guerra civil. Yo no puedo olvidarme de la dignidad de mi persona y de los intereses de mi augusta familia; pero desde luego os aseguro, españoles, que no dependerá de mi si esta división que lamento no se termina para siempre. No hay sacrificio compatible con mi decoro y mi conciencia a que no me halle dispuesto para dar fin a las discordias civiles y acelerar la reconciliación de la real familia. Os hablo, españoles, con todas las veras de mi corazón: no deseo presentarme entre vosotros apellidando guerra, sino paz. Será para mí altamente doloroso el verme jamás precisado a desviarme de esta línea de conducta.

En todo caso, cuento con vuestra cordura, con vuestro amor a la real familia: y con el auxilio de la Providencia. Si el cielo me otorga la dicha de pisar de nuevo el suelo de mi Patria, no quiero más escudo que vuestra lealtad y vuestro amor; no quiero abrigar otro pensamiento que el de consagrar toda: mi vida a borrar hasta la memoria de las discordias pasadas y a fomentar vuestra unión, prosperidad y ventura; lo que no me será difícil si, como espero, ayudáis mis ardientes deseos con las prendas propias de vuestro carácter nacional, con vuestro amor y respeto a la santa religión de nuestros padres y con aquella magnanimidad con que fuisteis pródigos de la vida cuando no era posible conservarla sin mancilla".

Vale. Como ven es una nueva versión de aquello de que "París bien vale una misa". El problema fue que este plan ideado por el moderado Jaime Balmes no cuajó. Los liberales, ganadores de la guerra y asentados en el poder tras la paz, no estaban dispuestos a hacer concesiones políticas a los vencidos. Desengañado (y enrabietado) Carlos Luis se fugó de Bourges (Francia) hacia Inglaterra, adonde llegó en 1846. Mientras, a finales de 1845, escribió otro manifiesto en el que amenazaba con la guerra si se torpedeaba una salida negociada. (¿Para quién?)


La boda de Isabel II con Francisco de Asís de Borbón el 10 de octubre de 1846 que, curiosamente, fue simultánea a la de su hermana, la infanta Luisa Fernanda, con Antonio de Orleans, duque de Montpensier fue la respuesta. Parecería que la causa de dos bodas simultáneas no era restar importancia a la boda de la reina sino indicar a los carlistas que "ni con la hermana de la reina". Que no habría componenda, vamos.

Puestas así las cosas no nos sorprende que en 1847 estallase la Segunda Guerra Carlista, o guerra dels Matiners (1847-1849), que tuvo su foco más importante en Cataluña. Tras las primeras batallas, en las que la victoria sonrió siempre a las tropas isabelinas, mandadas por el general Pavía, el ejército carlista pidió la presencia de su líder, Carlos Luis María, y éste se vio obligado a abandonar su exilio en Inglaterra y trasladarse a España. Al llegar a los Pirineos, fue detenido por los aduaneros franceses y hecho prisionero. Nunca pudo unirse a sus fuerzas que fueron derrotadas, lo que provocó una crisis que le llevaría a renunciar brevemente a sus derechos.

Y como todo rey necesita fabricar un sucesor, al menos uno, se casó en 1850 con Carolina de Borbón-dos Sicilias. Ella era hija del rey de Nápoles Francisco I y de María Isabel de Borbón (Tía de Carlos Luis María) fijando su residencia en el reino de sus suegros.

Pero los movimientos políticos no paraban. En 1855 intentó una reconciliación a través de Francisco de Asís y, tras el más que obvio fracaso, provocó una nueva insurrección carlista que pasó sin pena ni gloria.

fotografía del Conde de Montemolín.

En 1860, marzo para más señas, Carlos VI se infiltró en las Islas Baleares para provocar un levantamiento. Estaba ayudado por el capitán general Jaime Ortega. El 1 de abril, con 4.000 soldados engañados, se dirigieron a San Carlos de la Rápita. Y desde ese momento todo se torció. Tras desembarcar, fueron a Amposta para pasas la noche. Ya sabemos que no se puede mantener a todos engañados todo el tiempo y la tropa se sublevó al sospechar la realidad. Los golpistas huyeron a Ulldecona. Carlos VI fue capturado junto a su hermano Fernando.

Así fue el frustrado levantamiento militar de Ortega y Elio en San Carlos de la Rápita. El fin de la aventura se produjo en Tortosa donde ambos se vieron obligados a renunciar a sus derechos al trono el 23 de Abril de 1860 y puestos en libertad.

Una vez libres, y en Trieste, recuperaron el valor y el 15 de junio declaraban nulas las abdicaciones realizadas. Pero su otro hermano, Juan, las consideró válidas y asumió los derechos al trono (¡Vaya tropa! Como diría Romanones).

Pero ese dios tan venerado por los carlistas evitó la lucha interna: El infante Fernando muere el 2 de enero de 1861, Carlos Luis el 13 y su esposa un día después. Todos en Trieste, por una epidemia. Carlos VI murió sin sucesión directa con lo cual todo revirtió al rápido Juan que "reinaría" con el nombre de Juan III.


Carlos Luis está enterrado en la catedral de Trieste. Porque, aumentando la explicación, esta catedral es conocida como el Escorial carlista (Tremendo juego de palabras).

María Carolina de Borbón y Borbón (1820-1861)

Aunque princesa de las Dos Sicilias era la novena hija del príncipe heredero. Por línea Materna era nieta de Carlos IV de España y ambos abuelos eran hijos de Carlos III de España. Dos de sus hermanas mejor colocadas en la sucesión casaron con Fernando VII (¡La famosa María Cristina, la madre de Isabel II, la que luchará contra los carlistas! ¿No es genial?) y con el infante Sebastián Gabriel. Ella trató y contrajo matrimonio con un primo de Isabel II, el conde de Montemolín.


De carácter dócil, apoyó las aspiraciones políticas de su marido, asistiendo al final de sus días a la caída de la dinastía de los Borbones de los tronos de las Dos Sicilias y Parma, como consecuencia del proceso de unidad italiano.



Bibliografía:

"Historia de la vida pública y privada de D. Carlos Luis de Borbón y Braganza, primogénito de D. Carlos María Isidro" Leopoldo Augusto de Centurión. (1848)
ANTONIO MANUEL MORAL RONCAL Profesor de la Universidad de Alcalá de Henares


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