Florence
era la segunda hija de William y Frances Nightingale, un matrimonio
acomodado adepto de la doctrina unitaria (disidentes de la Iglesia
anglicana). Creció en un entorno de ideas liberales y reformistas.
Su abuelo materno, William Smith, fue diputado durante 46 años, gran
defensor de los derechos de los disidentes en materia religiosa y
militante por la abolición de la trata de esclavos.
La
educación familiar tanto de Florence como de Parthenope, su hermana
mayor, comprendía el latín, el griego, la historia, la filosofía,
las matemáticas, las lenguas modernas y la música. William Edward
Nightingale fue un hombre avanzado en lo referente a la mejora de la
sociedad y a la educación de la mujer, por lo que se ocupó de la
educación de sus hijas con una seriedad que por lo general solía
reservarse a la educación de los hijos varones.
A
los 17 años, Florence, según recoge en unos apuntes personales,
tuvo una experiencia mística: sintió su “vocación”, una
experiencia decisiva que fortaleció su convicción de que no estaba
hecha para una vida ordinaria. Entre los 20 y los 30 años, hubo
frecuentes conflictos con sus padres que proyectaban el matrimonio
para ella, pero logró mantener tenazmente su independencia. Y no era
fácil.
En
1845, Florence, decidida por cualquier medio a aprender la enfermería
en la práctica, había pedido permiso a sus padres para atender a
los enfermos en la Clínica Salisbury, cuyo médico jefe era un amigo
de la familia. Pero no obtuvo el permiso, y no porque tuvieran algo
en particular contra el hospital, sino porque sus padres consideraban
que no era un trabajo adecuado para una dama de su posición social.
Durante
este triste periodo de su vida, recibió cierto estímulo del doctor
Samuel Gridley Howe, el americano pionero en la enseñanza para
ciegos, quien le aconsejó que perseverase en su vocación de
enfermera a pesar de la consternación de familiares y amigos.
En
1849, Florence se embarcó en un viaje cultural por Egipto y Grecia
durante el que dedicó algún tiempo a tomar apuntes detallados sobre
la situación social y sobre los vestigios arqueológicos. En el
viaje de regreso, de paso por Alemania, el grupo visitó
Kaiserswerth, cerca de Düsseldorf, lugar en el que el pastor Theodor
Fliedner había fundado en 1836 un hospital que era además orfanato
y escuela.
Florence
demostró ser una alumna capacitada, y al cabo de tres meses de
formación el pastor Fliedner le sugirió que publicara un relato
sobre la vida en Kaiserswerth destinado a los lectores ingleses
(Nightingale, 1851). Florence, por su parte, estaba deseosa de dar a
conocer Kaiserswerth como un lugar en el que las mujeres podían
recibir una educación útil. El opúsculo, publicado anónimamente,
comienza con una crítica a la educación que se impartía entonces a
las mujeres.
Florence
Nightingale no encontró una aplicación inmediata a su recién
adquirida formación, por lo que a su regreso de Kaiserswerth, en
1851, redactó un borrador de lo que ella denominó su “religión
para artesanos”. Eran consideraciones filosóficas que publicó más
tarde en tres volúmenes, en una edición privada, con el título
Suggestions for thought for searchers after religious truth
(Nightingale, 1860b).
Como
era característico en ella, tras haber expresado su idealismo,
proseguía con su pragmatismo: “y sabiendo, en la situación
actual, lo imperfecta que puede ser tal educación, anhelan una
experiencia, pero una experiencia aplicada y sistematizada”. Entre
1851 y 1854, Nightingale completó la instrucción práctica que
había adquirido en Kaiserswerth visitando hospitales de Gran Bretaña
y de Europa, y recogiendo información. Sistematizó todas estas
experiencias analizando informes de hospitales y publicaciones
oficiales sobre la sanidad pública.
Cuando
en 1853 visitó el Hospital Lariboisière en París, quedó
favorablemente impresionada por sus salas, construidas a modo de
pabellones. Estas salas estaban especialmente diseñadas para recibir
la luz y el aire fresco, al tiempo que permitían que los “efluvios
malignos” o “miasmas” pudieran disiparse entre los largos y
estrechos bloques. Su estudio sobre la disminución de la mortalidad
en Lariboisière contribuyó a confirma la denominada “teoría de
los miasmas”, que sostenía que la enfermedad surgía
espontáneamente en los espacios sucios y cerrados. Ésta había sido
la base para el desarrollo de la sanidad pública en el Reino Unido a
partir de 1830, con medidas tales como la construcción de
alcantarillas y el suministro de agua pura a las ciudades.
Entre
los que se ocupaban de sanidad pública, los llamados “reformadores
de la sanidad”, había pocos médicos; muchos eran ingenieros
civiles y Edwin Chadwick, principal encargado de la sanidad en
aquella época, trabajaba en una compañía de seguros. En 1858,
Louis Pasteur descubrió los “gérmenes” y probó que la
enfermedad no aparecía espontáneamente. Esto sirvió de base a
algunos científicos médicos para atacar los proyectos de los
reformadores sanitarios; pero aunque las premisas de éstos fuesen
erróneas, puede afirmarse que sus conclusiones eran correctas y que
sus reformas eran válidas.
El
interés de Florence Nightingale por la higiene durante la guerra de
Crimea, así como la importancia que dio al papel de la enfermera en
la organización del entorno, se deben en gran medida a su forma de
entender las causas de la enfermedad. Se distingue de los partidarios
de la “teoría de los miasmas” de su tiempo por la conexión tan
personal que establece entre sus ideas científicas y religiosas.
Para Florence, Dios había creado la enfermedad de las miasmas para
que el hombre pudiera conocer sus causas a través de la observación
y prevenir así su reaparición mediante la organización del
entorno. Creía, por consiguiente, que las enfermeras, al encargarse
de la higiene, tenían una oportunidad única para progresar
espiritualmente, para descubrir la naturaleza de Dios mediante el
aprendizaje de sus “leyes de la salud” (Nightingale, 1873).
Florence
Nightingale consideraba que nunca se le había enseñado nada sobre
la naturaleza de la enfermedad, ni siquiera en Kaiserswerth, sino que
había aprendido a través de la experiencia, la observación y la
reflexión, de modo que, cuando fue llamada a organizar la formación
de enfermeras, intentó reproducir las condiciones en las que ella
había aprendido la realidad evidente de la enfermedad.
Florence
Nightingale sólo obtuvo su primer empleo en agosto de 1853; era un
puesto que por fin le daba la oportunidad de aplicar sus
conocimientos y su formación. Fue nombrada directora de un sanatorio
para señoras de la alta sociedad, que se encontraba en Upper Harley
Street, n° 1, en el West End de Londres, donde permaneció hasta el
estallido de la guerra de Crimea.
Demostró
ser una excelente gerente y, aunque en el trabajo diario tanto ella
como sus enfermeras se atenían sin discusión a las indicaciones de
los médicos, en todo lo referente al tratamiento y en sus relaciones
con el comité de dirección impugnaba las decisiones y a veces hasta
hacía caso omiso de ellas en interés de los pacientes.
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