jueves, 5 de junio de 2014

Cuando la retirada es la muerte

Hoy en día oímos habitualmente sobre la Convención de Ginebra... pero eso empezó a ser real a partir de 1864, momento en el cual se empezó a respetar a los heridos y a los prisioneros de guerra

Pero, ¿Y qué pasaba hasta entonces?

Entonces lo que ocurría, es que si un ejército se deshacía, si sus lineas se descomponían y comenzaban a huir, el rival les perseguía y les masacraba. En muchas ocasiones hemos podido ver en diferentes documentos históricos como un combate podía durar horas y que en el mismo se sufrieran pocas bajas.

Combates entablados durante las carlistadas en la zona de Montija y el valle de Mena eran algo casi inocuo, en el que tras una jornada de combates se contaban con los dedos de las manos las pocas bajas que aparecían. En cierta manera por la falta de precisión y fuerza de los proyectiles de los fusiles de la época.

En tiempos anteriores, con luchas encarnizadas cuerpo a cuerpo los heridos y muertos aumentaban.

Hay una famosa batalla, en el siglo IX, conocida por las crónicas árabes, que hoy se conoce como la de la Morcuera y sujeta a muchas interpretaciones. En la que gran parte de las bajas producidas entre las tropas cristianas lo fueron al huir del campo de batalla.

No es el único caso, ocurrió también en la matanza de la Guerra de la Independencia de 1808 en Espinosa de los Monteros


E incluso se cree que algo similar ocurrió en el desastre de Guadalete. En la practica, un ejercito bien posicionado en el campo de batalla está protegido por sus flancos por sus propios soldados, cuando una compañía, un grupo se deshace. Es habitual que se produzca un efecto domino en el que se van deshilachando las posiciones y cuando el miedo y la anarquía se apoderan de un ser humano, el primer instinto es correr a protegerse. Cara a cara es relativamente sencillo defenderse, repeler un ataque o como mínimo saber por donde puede llegar el golpe. Sin embargo al huir das la espalda al enemigo que aprovecha la ocasión al no tener oposición.

Empezaba hablando de los prisioneros, no quiere decir que no los hubiera habido nunca... que si los había... y hay una bonita historia acerca de los Porres


La familia Porres/Porras, durante la Guerra Civil Castellana (segunda mitad del siglo XIV) inicialmente eran fieles al legítimo rey, Pedro I, conocido como "El justiciero", o "El Cruel", en función de quien hablara sobre él. Uno de los Porras apoyando al rey Pedro, fue apresado por el bando contrario, los seguidores de Enrique II, de la Casa Trastamara y hermanastro bastardo de Pedro I. (Curioso que esta batalla/guerra formó parte de la interminable contienda de la Guerra de los Cien Años)... el preso fue liberado y posteriormente su linaje pasó a apoyar a Enrique II (no fue el único linaje que lo hizo) y en otra batalla otro de los Porres fue apresado por los partidarios de Pedro... hasta que le liberaron. La guerra acabó en 1369 tras el asesinato de Pedro a manos de su hermano en Montiel... lo cual supongo que fue una suerte para los Porres que ya estarían temblando... pero en el fondo les favoreció ese hecho porque si ya en ese momento eran un linaje importante, crecieron en poder.

No es el único preso que hubo en las diferentes guerras, porque las famosas Bienandanzas de los Salazar  fueron escritas mientras un miembro de esta familia permanecía encerrado. 

Curioso es el caso del siglo XIX, en las carlistadas en las que era habitual que muchos soldados liberales/isabelinos pasasen a engrosar las filas carlistas...

Pero ya sabéis, "A enemigo que huye puente de plata"... pero si somos nosotros los que huimos, habrá que proteger nuestra espalda.

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