martes, 31 de diciembre de 2013

¿Carlismo? ¿Y eso qué es? ¿Se come?

Durante el siglo XIX, e incluso en la Guerra Civil del 36, los Carlistas influyeron en el devenir de la política española y por ende en los acontecimientos bélicos vividos en Las Merindades. Nuestra tierra sufrió la primera y la tercera carlistada y, es de todos conocido, la guerra de 1936 a 1939. Pero detengámonos en explicar el movimiento político apellidado como el hermano del rey felón Fernando VII.

El Carlismo es la clara muestra de la oposición al cambio, aun cuando este sea necesario. Hoy es un movimiento que apenas tiene eco en el presente fuera de asociarlo a posturas ideológicas que mantienen sólo una parte de su esencia. Pero para conocer el siglo XIX en Las Merindades y en España debemos explicarlo.

Los partidarios de esta ideología no nacen en 1833 de la nada sino que se adhieren al magma de opositores al sistema liberal de la Revolución Francesa.

¿Por qué había oposición a este cambio? Nobleza y clero aparte que tenían un cúmulo de razones egoístas, esas gentes quieren el retorno al pasado por la pérdida de referencias, por la supresión de muchas de las seguridades que habían caracterizado su mundo hasta entonces; una sensación de naufragio incluso conscientes de la necesidad de reformas.

Pero no estaban solos: Los miguelistas en Portugal, los jacobitas en Escocia e Inglaterra, los legitimistas franceses, los movimientos contra revolucionarios en Suiza y el Tirol o el brigantaggio, los sanfedistas y otros en la península italiana luchaban, también, por parar el tiempo.


Lanceros de Navarra 1834 (obra de Ferrer Dalmau)

En noviembre de 1833, parte de la sociedad española no designó un rey, sino que personificó en él todo lo que rechazaba de la parte de la sociedad que apoyaba a Isabel II. Carlos encarnaba una reivindicación y una protesta, disimulada en lucha dinástica, contra las nuevas pautas de organización social, política y cultural que proponían los Cristinos.

¿Y la guerra? Bueno, los derechos civiles, humanos, surgen de la ley pero cuando lo que se dirime es la Ley misma no espere encontrar derechos. En 1833 comenzó una guerra de odio y venganza, con mal destino para los derrotados. Algunos han visto la carlistada de 1833 a 1840 como una guerra romántica. Ambos bandos tuvieron voluntarios ideológicos leales, no al rey, sino a los valores que representaban.

El carlismo tuvo partidarios por toda España, aunque podemos determinar unas zonas donde sus partidarios eran mayoritarios: País Vasco, Navarra, Cataluña y Levante-Maestrazgo. Poseían amplios ideales, poco definidos ideológicamente, pero efectivos en su simbología y atractivos frente al sistema liberal. El abrazo de Vergara solo supuso una tregua en la lucha de ideas.

Con la “Gloriosa” revolución de 1868, y el rechazo a un pretendiente Carlista al trono vacante, el carlismo volvió a reunir a muchos que rechazaban el parlamentarismo, la secularización y los principios liberales en la economía. Planteaban: la defensa de la religión, a Carlos VII como monarca tradicional frente a Amadeo I, la defensa de los fueros frente al centralismo de un liberalismo ya consolidado (es decir una organización del estado propia del antiguo régimen) y la lucha frente a las revueltas cubana y cantonal.



El movimiento de los seguidores de Carlos VII cayó derrotado. El romanticismo que aireaba mágicas visiones frente al liberalismo perdió su capacidad de sustituirlo y, con ella, el estado suprimió, para luego solo reestructurar, los fueros vascos. Esta falacia, mantenida por el carlismo tras la guerra, fue adoptada también por el naciente nacionalismo vasco, en el fondo creado por un tradicionalista hijo del alcalde del extinto ayuntamiento de Abando (anexionado al liberal Bilbao).

En esta guerra no hubo “abrazo de Vergara” y, tras ser purgados, los tradicionalistas decidieron optar por el sistema parlamentario como vía para destruirlo (un clásico en todos los grupos similares que la historia ha dado). Los diputados carlistas se sucedieron en las Cortes procedentes especialmente de sus feudos tradicionales. La creación de círculos y agrupaciones, juntas políticas y organizaciones especializadas no hizo olvidar el recurso al levantamiento armado. El carlismo se había sumado al sistema por estrategia más que por convencimiento.

Pero en grupos donde gana el más radical la ruptura es segura y en 1888 surgieron los integristas, opuestos a los seguidores de Carlos VII. Diferían en torno al papel Real o la preeminencia de la Iglesia. Esta nueva minoría tradicionalista tuvo un importante apoyo en prensa.

El Carlismo en el siglo XX, dividido, incapaz de crear una alternativa, pero con una organización política engrasada, influencia social, ayuda extranjera, su cuota de violencia, más urbana que rural. En 1909 falleció Carlos VII, carismático adalid ideológico. Su hijo Jaime III, menos popular y consciente de la realidad vivió la división sobre la primera guerra mundial: Mellismo, a partir de la personalidad de Vázquez de Mella, frente al jaimismo, mayoritario entre los carlistas.

En abril de 1931, moría Jaime III sin descendencia, por lo que la pretensión pasó a su tío, hermano de Carlos VII, Alfonso Carlos I. Una república no suele ser favorable a monárquicos, y menos del tipo Carlista. Estos, que venían divididos, crean en 1932 la Comunión Tradicionalista mediante la combinación de integristas, mellistas y jaimistas, y… se apuntan a las conspiraciones contra la República.

Fueron una minoría en las Cortes de la República, mientras luchaban contra ella y buscaban armas para sus milicias, los requetés. En una Europa sacudida por la lucha entre un fascismo en ascenso y una democracia parlamentaria en crisis, todos buscaron sus posiciones. El carlismo se armó en sentido literal y figurado y reforzó la propaganda como instrumento de expansión y fidelización. Decididos a derrocar la República, los contactos con la conspiración militar les llevaron a un callejón sin salida, incapaces de integrar sus condiciones en los planes castrenses. Finalmente se llegó a un acuerdo el 14 de julio de 1936, cuando se defendió “la salvación de la Patria” como objetivo principal. Los ideales carlistas se conectaron con los de los tradicionalistas del siglo XIX. Pío Baroja evocaba a los soldados de Zumalacárregui o a los del cura Santa Cruz al ver pasar a los requetés hacia Guipúzcoa. Esa continuidad la convirtieron en su seña de identidad, y pensaron en 1936 como en una nueva guerra carlista y, por ello, en una cruzada, como la definió tempranamente el obispo de Pamplona, Marcelino Olaechea. De ahí el surgimiento del tercio de Santa Gadea en Las Merindades.


El Tercio de Santa Gadea, nacido en Las Merindades

Nunca hubo restauración de la España tradicional del “Dios, Patria, Rey”. Franco, en abril de 1937 decretó la unificación de las fuerzas políticas, que suponía la supresión del carlismo como fuerza independiente. Se prohibió que Javier de Borbón Parma, regente carlista al morir Alfonso Carlos I, entrara en España, y se difuminaron los tercios de requetés en unidades militares más amplias. Esto llevó a algunos carlistas a plantearse abandonar la guerra.


Postergados por el franquismo, en su organización y principios, la posguerra alimentó una creciente desilusión. Sólo a partir de los cincuenta renació la ilusión de recuperar lo perdido. La prolongación del régimen y su burocratización, la necesidad de elegir un sucesor a título de rey y los problemas económicos y sociales fueron factores que llevaron a la dirección carlista a insistir en la cuestión dinástica.

Serán años de efervescencia Carlista: Carlos Hugo en la manifestación anual de Montejurra de 1957; aumento de la presencia pública del carlismo; boda de Carlos Hugo con la princesa Irene de Holanda, en 1964; creciente activismo social e intelectual en los sectores más jóvenes del carlismo, que bebieron en las fuentes de la inquietud de ese tiempo y las integraron en el pensamiento carlista ( esto es: el concilio Vaticano II, el marxismo o los movimientos de liberación nacional) que llevaron a la denominada “clarificación ideológica”.

En los 60 se llamarán Partido Carlista que conlleva desafecciones al suponer una traición a la esencia del carlismo. La radicalización aumentó con la expulsión de España de la familia Borbón-Parma y culminó con el acercamiento del carlismo al socialismo autogestionario y su oposición al franquismo (¡¡¡Toma!!!).

Una muestra de esta división se produjo durante la conmemoración de Montejurra en 1976. Los abanderados por Sixto de Borbón Parma, con el apoyo de grupos internacionales, llamaron a la reconquista de Montejurra frente al Partido Carlista. Armados y sin oposición, dispararon contra los seguidores de Carlos Hugo y causaron dos muertos y varios heridos. La amnistía de 1977 sacó de la cárcel a los encausados por estas muertes.

Cuando el 15 de junio de 1977 se celebraron en España elecciones generales, el Partido Carlista aún no estaba legalizado. En las elecciones de 1979, quizá debido a sus propias contradicciones, al peso de una historia muy presente y la competencia de una multiplicidad de fuerzas con principios y propuestas muy similares, el carlismo obtuvo unos resultados muy menguados incluso en aquellos lugares en los que había dominado pero que ahora estaban en manos del PNV, conservador pequeño burgués y clerical, en las de los radicales de izquierda de HB y su brazo armado y la derecha foralista o regionalista. Ese mismo año, Carlos Hugo abandonó el partido, que sobrevivió con resultados electorales decrecientes en un marco que fue expulsando a las fuerzas políticas minoritarias. Por su parte, los sectores tradicionalistas buscaron una alianza para constituir una fuerza política propia, que en 1986 se encarnó en la Comunión Tradicionalista Carlista.

Ilógicamente sigue existiendo en el mundo actual una ideología anterior a las ideologías dominantes. Una especie de dinosaurio político. En nuestra obra "Batallas en Las Merindades" hemos rastreado los periódicos del siglo XIX y de la Guerra Civil para, a partir de sus noticias, comentarles los principales hechos de armas sufridos por nuestros antepasados.

Otro día comentamos sus reyes.

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