martes, 22 de julio de 2014

Estrategia en Cantabria y Asturias

La planificación es parte de la Victoria. Y las guerras cántabras fueron una contienda bélica que exigió una cuidadosa planificación militar ultimada, seguramente en Tarraco, por Augusto y sus generales durante el invierno del 26 a.C.

Hispania en 218 aC. Menendez Pidal.

Basándonos en lo que cuenta Joaquín González Echegaray en "Las guerras cántabras en las fuentes", Roma tuvo que tener en cuenta las condiciones geográficas del teatro de operaciones: un territorio muy montañoso, respaldado al norte por el mar. Las costas debían ser ya conocidas y hasta cierto punto registradas por los navegantes griegos y romanos, ya el geógrafo Pomponio Mela se refería a viejas fuentes en la primera mitad del siglo I d. C.

Estas circunstancias imponían un cuidadoso y bien pensado plan de ataque, pues las circunstancias topográficas eran en conjunto adversas y ésta, junto con la fiereza y valor de sus habitantes, resultaba una de las causas de que, pese a los ataques romanos precedentes, aún siguieran manteniendo su independencia estas gentes hispánicas.



Se estudió el cuerpo de mandos, principalmente los generales, que debían dirigir la campaña. Hasta entonces habían intervenido hombres de mucho prestigio, como Statuilio Tauro, aquel año 26 a. C. colega en el consulado con Augusto, que era el militar más destacado del momento después de Agrippa, con experiencia en las guerras de Sicilia, Iliria y África, el cual había peleado contra los cántabros y vacceos el año 29 a. C.24 Otro era Calvisio Sabino, uno de los incondicionales de Augusto, cónsul el año 39 a. C. y destacado almirante de la flota, que luchó contra los cántabros en el año 28 a. C. obteniendo por ello un triunfo en Roma. Finalmente estaba Sexto Apuleyo, cónsul el año 29 a. C., pariente de Augusto y otro de los más prestigiosos generales, que aquel mismo año 27 a. C. había conseguido alguna victoria sobre los cántabros. Vamos, la "creme" de la "creme".

Ahora, Augusto en Tarragona contaba con dos nuevos generales, Antistio y Carisio, a quienes había nombrado legados de la Citerior y de la Ulterior, con el fin de que se encargaran directamente de los ataques contra cántabros y astures respectivamente. Antistio Vetus fue cónsul suffectus en el 30 a.C., pertenecía a una familia de militares expertos y había desempeñado importantes cargos en Siria . Publio Carisio era un general que había tomado parte en las guerras civiles y era hombre cruel y de carácter despótico.

Tras la contienda de los años 26-25 a. C., los sucesivos episodios de la guerra estuvieron a cargo de Lucio Elio Lamia en el 24 a. C., perteneciente a una familia de abolengo y a quien Horacio menciona en una oda; Cayo Furnio en el 22 a. C., que llegó a ser cónsul en el 17 a. C. y era hijo de un antiguo partidario de Antonio, el cual había sido gobernador de Asia; P Silio Nerva, amigo personal del emperador, cónsul en el año 20 a. C., experto militar en campañas de montaña, que iba a contribuir decisivamente a la conquista de los Alpes; y finalmente M. Vipsanio Agrippa, el vencedor de Accio, primer estratega del imperio y constructor del Panteón.

Augusto envió a Cantabria a lo mejorcito del generalato del momento y, como Agrippa, de la historia de Roma. El emperador quería asegurarse la victoria en una contienda dura.
Marco Vipsanio Agrippa

Otro asunto dentro del plan estratégico fue el acopio de tropas para la campaña, la mayoría de las cuales se hallaban ya acantonadas en el país. El número de legiones que las distintas fuentes, sobre todo epigráficas y numismáticas, citan en la campaña, se eleva al menos a ocho: I Augusta, II Augusta, IV Macedónica, V Alaudae, VI Victrix, IX Hispanensis, X Gemina y XX Valeria Victrix.  Ello supone un total de efectivos de alrededor de 50 .000 hombres, a los que habrá que añadir casi otros tantos integrados en las tropas auxiliares .

Tan alta cifra ha hecho pensar a algunos autores que no estuvieron todas las unidades cuando Augusto se puso al frente de la lucha. Así, por ejemplo, las legiones II y IV habrían llegado después de la marcha de Augusto, y quizá también la VI, aunque los argumentos que se presentan para probarlo resulten discutibles. En todo caso, sea en el año 26 a.C. o en el 19 a.C., la ingente concentración de tropas es innegable. Gales se conquistó con tres legiones.

No puede negarse, pues, que Augusto se tomó muy en serio la guerra y que ésta fue planificada con todo esmero y sin escatimar recursos, aunque contaba ya con la existencia de casi todas las tropas en Hispania, y de ahí también el interés político en asumir el mando directo de toda la península.



Otro problema a solventar: el avituallamiento, tanto más cuanto que únicamente con la supervivencia sobre el terreno, o que se refería a Cantabria y a la Asturias transmontana, dada la naturaleza montañosa y la pobre economía del país este ejército no podría sobrevivir.

El abastecimiento de los dos grandes campamentos debía hacerse con trigo procedente de otras regiones cerealística de Hispania. El ejército de la Citerior, cuyo campamento base estaba en Segisamo, tendría almacenes (horrea) con trigo y cebada procedentes de esta provincia, tanto del valle del Ebro por la vía que venía a través de Virovesca (Briviesca), como del propio territorio de los Vacceos (Tierra de Campos) por la vía que venía de Pallantia y Septimanca . A su vez, el ejército de la Ulterior (por entonces esta provincia fue dividida en Bética y Lusitania, recibiría las provisiones, procedentes de Andalucía, Portugal, Extremadura y los campos de Salamanca, con destino al campamento principal de Carisio, situado al sur del Duero y cuyo emplazamiento desconocemos, ya que el de Astúrica Augusta (Astorga), internado en pleno territorio astur, tiene que ser de un momento posterior, probablemente del año 25 a.C.

Los dos campamentos base estarían, además, bien comunicados entre sí por la calzada, que saliendo de Segisamo y descendiendo por el Pisuerga, llegaba al Duero. Sin embargo, no se consideró suficiente el aprovisionamiento con víveres de la Península y, por eso, se tomó la decisión de traer trigo del sur de la Galia, según nos cuenta Estrabón. Estas mercancías vendrían por los caminos de la costa, aprovechando que Caristios, Várdulos y Autrigones, los ocupantes del actual País Vasco, eran aliados de Roma, y, sobre todo, hay que pensar en el transporte marítimo, que verosímilmente se haría hasta el Portus Amanum (Castro Urdiales), desde donde partía una vía que, bordeando el territorio cántabro y ¿pasando por Las Merindades?, llegaba hasta el mismo Segisamo.

Durante las mismas operaciones y, sobre todo, en los años de relativa paz, como debieron ser en Cantabria el 25, el 23, el 21 y el 20 a. C., se procedió a reparar los caminos y a construir nuevas vías dentro del propio territorio, con el fin de facilitar el desplazamiento de las tropas y su abastecimiento. El miliario más antiguo de Cantabria es de la época de Augusto, del año 12 d. C. y fue hallado en Menaza, justamente en el camino de Segisamo hacia la costa. El que esta calzada fuera reparada algunos pocos años después de la guerra, colocándose en ella nuevos miliarios, no obsta para que su construcción originaria sea anterior.



Queda pendiente aún el tema estratégico de si se planeó o no una ofensiva simultánea con distintas líneas de penetración desde la base de operaciones, para abarcar a Cantabria y Asturias, o si, por el contrario, las operaciones contra cada uno de estos pueblos fueron sucesivas. Es éste un tema que ha dividido a los estudiosos modernos. Desde luego, una operación combinada supondría una estrategia eficaz, pero implicaría también la coordinación de las tropas en un teatro de guerra muy amplio con todos los problemas que ello implica.

Pero parece que así fue.


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