miércoles, 26 de febrero de 2014

1985 Rusos en Afganistán; 1965 Norteamericanos en Vietnam, 1810 Franceses en España

Reconozcámoslo: Nos gustan las guerras napoleónicas. Esos uniformes, campañas espectaculares, batallas terribles y grandiosas, y la búsqueda de la gloria… Pero, ¿Por qué nos gusta aquí? Lo dicho debió ser así en Alemania, en Italia o en Austria, pero no en España ni en Portugal.

La Guerra de la Independencia fue un “Vietnam”, una lucha a muerte, desesperada, cruel, sin cuartel pero sin Rambo ni Chuck Norris que salvase a sus muchachos. Aquí poca gloria ganaron los franceses, pocos ideales defendieron. Los grabados de Goya Los horrores de la guerra lo atestiguan. Los generales franceses querían salir de aquí lo antes posible y volver “Europa”, al lado del Emperador, donde las cosas eran muy distintas. El mismo Napoleón estuvo aquí muy poco tiempo, y aunque hay estudiosos que dicen que tenía intención de regresar para expulsar a los ingleses, de hecho no volvió, mientras que sus soldados morían en una guerra sin justificación de la que ellos mismos se avergonzaban.



Pero si, como en los otros casos del título, tenían colocado un rey títere al cual no hacían ni caso. Y aunque en el Arco del Triunfo aparezcan los nombres de muchas batallas reñidas en España, son simplemente un recuerdo a los pobres soldados que dejaron su vida por su patria, pues ninguna tuvo demasiado mérito ganar, ya que los españoles generalmente nunca fueron enemigo para los imperiales en campo abierto.

Los españoles de entonces se sacrificaron por su patria. Fueron tenaces, pese a los continuos descalabros, y merecen ser recordados. Fue una victoria parcamente reconocida, y su premio: el olvido.

Los ejércitos franceses se pasearon por los reinos españoles con libertad, pero no pudieron ocupar el territorio. Dominaban grandes ciudades y, generalmente, el terreno circundante al ejército francés en marcha. Según salían por una parte, ya estaban los españoles por la opuesta reclutando hombres y material para continuar la guerra contra ellos. El concepto de guerra total se aplicó aquí con la misma rigurosidad que en Francia, el nacionalismo tomó la misma fuerza y la guerra fue implacable.

Los franceses saquearon todo lo que pudieron buscando objetos de valor. Iglesias, conventos, tumbas, domicilios, museos... Obras de arte, oro, plata, piedras preciosas fueron llevadas en largos convoyes de vuelta a Francia a su regreso.

Pero esto de saquear es tan viejo como el mundo, y en las guerras modernas se pudieron ver casos semejantes, si no peores. ¿No será que no podemos evitar percibir la historia con ojos modernos porque en ciertos aspectos las mentalidades no han cambiado tanto como pueda parecer?

Los franceses no trataron a los soldados españoles con el mismo rasero que usaron para alemanes, británicos y austriacos. Todavía los que bien uniformados combatieron en ejércitos regulares, merecieron alguna consideración. Pero los que como componentes de partidas independientes o grupos de guerrilleros caían en sus manos, eran ajusticiados de inmediato.  Recordemos, como contamos en "Batallas en Las Merindades", que don Nicolás Barquín Arana lo plasmaba en sus memorias cuando relataba la batalla de Espinosa de los Monteros.




Y como las penurias del Tesoro impedían uniformar convenientemente a los soldados, muchos apenas sí llevaban unos pocos distintivos sobre una vestimenta prácticamente civil. Si eran cogidos prisioneros así ataviados, se les podía suponer guerrilleros y ser fusilados. El mariscal Soult dio un decreto en el que decía que en España no había más Ejército que el de José I, y que los que fueran cogidos con las armas en las manos serían considerados bandidos, fusilados y sus cadáveres expuestos en los caminos públicos.

Nadie creyó que fuese a llevarse a cabo tal medida, pero como sí se empezó a ejecutar, la Regencia dio otro en el que decía que si no se anulaba dicha norma, por cada español así muerto se ahorcarían tres franceses, y que si Soult era capturado, no tendría derecho de protección y se le trataría como a un bandido. Esto contuvo al general francés, y da una clara idea del ambiente que reinaba en nuestra patria.

Basado en el artículo de Carlos Cáceres Espejo en la Revista de Historia Militar.

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